Chiesa viva
Emeterio Castañeda
La gente vive - come dicono i nostri vescovi – l’esperienza di un
lungo venerdì santo: senza luce, senza medico, senza telefono, senza tv, e in
alcuni posti senza scuole... In questa realtà la Chiesa è l’unica presenza viva
che da speranza per un futuro migliore.
Quando arrivai a Bolívar per conoscere “i miei parrocchiani”, organizzai lunghi viaggi missionari che
duravano fino a tre settimane.
In alcuni posti ho trovato cappelle diroccate, bambini
e giovani non battezzati, adulti che avevano formato famiglia senza il
sacramento del matrimonio. Il grido che ascoltavo dappertutto era:”Perché ci avete abbandonato?”. Ma,
nonostante tanti anni senza la visita del sacerdote, la loro fede non si era
spenta.
Il mio primo annunzio, non solo con parole ma anche
con piccoli gesti, era: “No, non siete stati dimenticati; Dio ci ama
immensamente; e dove due o tre sono riuniti nel nome di Gesù e si amano, lì Lui è presente; e quando uno soffre, Egli è ancor più presente,
perché partecipiamo allo suo stesso dolore sulla
croce.
In ogni posto dovevamo formare dei catechisti e
organizzare “una COMUNITÀ cristiana”, in modo che il sacerdote non fosse la
presenza indispensabile, ma dove tutti siamo testimoni
della nostra FEDE, Chiesa viva, anche se le pareti delle cappelle fossero
diroccate. Cioè una Chiesa – Comunità.
Con questo nuovo spirito di Chiesa - Comunione l’anno
scorso abbiamo formato un’équipe per portare avanti un corso per catechisti.
Così non era solamente “una persona” che esponeva interessanti temi, ma
soprattutto era la testimonianza del nostro rapporto nel fare le cose in unità.
Questo corso è stato un evento di formazione, ma soprattutto è
stato una vera esperienza di famiglia per tutta la nostra parrocchia.
Siamo poi rimasti sorpresi dal fatto che le sette ora stanno diminuendo e i giovani ritornano alla
Chiesa, perché la trovano con un volto nuovo: una Chiesa-famiglia,
una Chiesa-comunione.
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Originale spagnolo
Soy Emeterio
Castañeda del Perú. A los diez y ocho años, decidí entrar en el seminario. Mi
párroco me había “contagiado” su entrega a la gente sencilla, a los campesinos,
a los pobres…
Antes de la
ordenación sacerdotal conocí el Movimiento de los focolares. Nuevas realidades
se iluminaron frente a mí: Ver Jesús en los demás… A mi lo hicieron (Mt 25). Pero realmente lo
que me hico entender de una manera nueva la Iglesia y mi vocación, fue sobre
todo descubrir las Palabras de Jesús: “Donde dos o tres están reunidos en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Desde hace tres
años soy párroco de Bolívar, en los Andes, a tres mil metros de altura. La
Parroquia, además de la pequeña ciudad, esta formada por unas cuarenta
comunidades campesinas esparcidas en un basto territorio sin carreteras ni
medios de comunicación… Para llegar hasta la comunidad mas lejana se necesitan
tres días de viaje a lomo de una mula.
La gente vive -
como dicen nuestros Obispos - la experiencia de un largo viernes santo: sin
luz, sin médicos, sin teléfono, sin tv, y en algunos lugares hasta sin
escuelas. En medio de esta realidad la Iglesia es la única presencia viva, que
da la esperanza de un futuro mejor.
Cuando llegué a
Bolívar, para conocer “a mis parroquianos”, organicé largos viajes de misiones
que duraban hasta tres semanas.
En algunos lugares
encontré las capillas destruidas, niños y jóvenes sin bautizar, adultos que
habían formado familia sin el sacramento del matrimonio. El grito que
encontraba en todos partes era: “?porque nos han olvidado?”. Pero a pesar de
tantos años sin la visita del sacerdote la fe no se apagó…
El primer anuncio,
no solo con palabras sino en pequeñas
cosas, era: “No, no han estado olvidados: Dios nos ama inmensamente. Y donde
dos o tres están reunidos en el nombre de Jesús y se aman, allí está El, y
cuando uno sufre, esta mas presente todavía, porque compartimos el mismo dolor
de la cruz.
Después debíamos
formar catequistas en cada lugar y organizar “una COMUNIDAD cristiana”, donde
el sacerdote no sea lo mas importante, sino donde todo somos testigos de
nuestra fe, una Iglesia Viva, en pie aunque las paredes de las capillas se
hubiesen caído. Es decir una Iglesia – Comunidad.
En este nuevo
espíritu de Iglesia - Comunión el año pasado formamos un “equipo” para llevar
adelante un curso para catequistas. Así, no era solamente “una persona” la que exponía interesantes temas, sino sobre
todo nuestra relación era un testimonio de hacer las cosas en Unidad. Este curso fue un evento de formación, pero
todavia fue más una verdadera experiencia de familia para toda nuestra
parroquia.
Nos hemos quedado
sorprendidos al ver que las sectas están disminuyendo y los Jóvenes vuelven a
la Iglesia porque encuentran un nuevo rostro: una Iglesia – Familia, es decir
una Iglesia Comunión.